Testimonios


Yo con 18 años recién cumplidos me quede embarazada, estaba estudiando en Madrid, y por mis circunstancias, que no vienen al caso decidí dar el bebe en adopción.

La cuestión es que tres meses antes de dar a luz me fui al tribunal de menores (el de la época) y plantee mi caso. Me examinó un psicólogo, miles de preguntas…etc. Me preguntaron si tenía alojamiento en Madrid  y les dije que no porque no me apetecía seguir viviendo en donde vivía. Se ocuparon de todo y me mandaban a revisiones a San Ramón, donde me atendía Vela.

Me mandaron a vivir a una residencia que estaba en Los Molinos, regentada por monjas. Allí me encontré con diez chicas como yo, algunas llevadas allí por sus padres para ocultar sus embarazos, a medida de que unas se marchaban otras venían. Gente de todo el país. También había unos 15 o 20 niños de edades entre meses y tres años, calculo. Niños a los que nunca venia a ver nadie, o yo al menos no lo vi, decían que eran abandonados.

El 15 de diciembre del 81, di a luz en San Ramón, y  fui atendida por el doctor Vela.

Si que firme una renuncia pero eran cuatro líneas, en una fotocopia. Algo cutre. Eso lo pensé después, en ese momento hubiese firmado mi sentencia de muerte. La renuncia o fotocopia cutre la firme en la clínica, antes de salir.

El parto fue programado, salía de cuentas una semana más tarde. La historia es que yo tenía que regresar a mi casa por navidad y no quería que nadie se enterase y Vela me dijo que el 15 y que para el 21 estaría bien para viajar.

Dinero, jamás ni una peseta me dieron, ni nos hablaron de conocer a la familia que adoptaba. Nos decían que no tenia marcha atrás una vez nacido el bebe y que ellos se ocupaban de todo. Que se irían con buenas familias.

En Los Molinos, estábamos bien, era una residencia, una casa con jardín. Claro que hablábamos entre nosotras. Lo que pasa es que tampoco nos dábamos demasiados datos personales, solíamos hablar de nuestra situación y sobretodo de nuestros sentimientos. Excepto una chica chilena que trabajaba en una casa y que lo dio en adopción porque no podría seguir trabajando, las demás éramos crías de buena familia que a algunas las llevaban los padres para ocultarlo, y otras íbamos solas para ocultarlo nosotras.
Quiero que entendáis que fue una decisión difícil, en mi caso mi familia me mando a Londres, que es donde se iba en la época a abortar, no fui capaz. Como a continuación me iba a Madrid, me las apañe para darlo en adopción sin que se enterase mi familia. Esto no es una disculpa, es una explicación.

Aunque pienso en ello a menudo, los detalles se me escapan y lo recuerdo borroso, pero leyendo cosas que habéis puesto en el foro estoy empezando a recordar y ciertamente fue algo bastante chapucero.

Creo que en los molinos estuve unos dos meses, como mucho tres. Dimos a luz todas las que estábamos más o menos por la misma época, mes arriba o abajo. Creo recordar, que excepto la chica de chile, las demás se quedaban allí cuando yo me fui.

Fue por la mañana, no de madrugada. Recuerdo el caso de Pily una chica con la que mantuve el contacto después aunque ya lo perdimos hace años. A ella la llevaron sus padres a través de un medico amigo de la familia. Era de Málaga. Otra, Carmen a través de un sacerdote, amigo de la suya. Estas las recuerdo pues eran mis compañeras de cuarto.

Los sentimientos…en algunos momentos creo que no fuimos muy conscientes de lo que hacíamos, creo que nos pintaron nuestra juventud, los estudios, el lastre que aquello suponía la “vergüenza” para la familia….creo que nos llevaron por ahí. Nuestros sentimientos y mi sensación es que no podíamos hacer otra cosa. Éramos unas niñas y nos “solucionaron” un problema, no veíamos mas. Realmente fue una comida de tarro, porque si en vez de pintarnos eso nos hubiesen ayudado a ser fuertes para salir adelante, seguramente la mitad nos hubiésemos vuelto atrás. Claro que ya he visto, que eso no les interesaba. Estábamos convencidas que hacíamos lo correcto, y además legalmente, como se debía hacer.

Quien me iba a decir a mí que esto saltaría a mi vida de esta manera. QUE ATAJO DE HIJOS DE P…. Nos hicieron daño entonces y ahora lo siguen haciendo.

El sexo, no me lo dijeron, pero en el papel de renuncia, creí leer que era una niña. De hecho le puse nombre de chica en mi mente. Claro que no me dejaron verle, tampoco hubiese sido capaz.

De ese “tribunal”, me suena el nombre de Maribel, pero tampoco estoy segura. Si recuerdo que había que subir unas escaleras estrechas de madera, y que estuve en un despacho pequeño.

En la renuncia sí que ponía que renunciaba a la “niña” y que nunca intentaría recuperarla, eran tres líneas. También me lo dijeron de palabra, que no podría hacer nada una vez firmado.

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En el año 1980 mis padres, un matrimonio de clase media, decidieron adoptar un hijo dado que llevaban 17 años de matrimonio y no habían podido tener descendencia.

Iniciaron los trámites inscribiéndose en todas las  listas de espera de los hospitales más importantes de Madrid de la época: La Paz, Francisco Franco, Ramón y Cajal. También visitaron las Casas de Cuna que había  en la capital. Casas en las que se acogía a las madres que habían decidido dar a sus hijos en adopción durante su embarazo.

Mi padre comentó su deseo de adoptar con un compañero suyo y éste le indicó que se pusiera en contacto con su esposa, que era asistente social y podría asesorarle.

Esta mujer, les derivó a la A.E.P.A (Asociación Española para la Protección de la Adopción), situada en el mismo edificio que el Tribunal Tutelar de Menores, pero ocupando otro piso, en la calle Fernández de la Hoz, 35.

En esta institución, les recibió Rosario Vegas Pérez, asistente social, más conocida como Charo. Desde el primer momento se les preguntó por su capacidad económica y solvencia, siendo curioso que la asistente social, ya sabía cuáles eran los ingresos anuales de mi familia sin que ellos lo dijesen.

Tuvieron que aportar documentación que corroborase la tenencia de esos bienes y la generación de recursos.

En menos de un año, les llamaron para informarles de que yo había nacido y que podían pasar a recogerme dos días después del parto.

Fueron a buscarme a la clínica donde nací, San Ramón de Madrid. La Srta. Charo Vegas (una mujer de unos cincuenta y cinco años, educada y de creencias religiosas) me entregó a mis padres, después de haber comprobado, y siempre según su versión, que mi madre biológica tenía “las ideas muy claras” y estaba “muy segura de la decisión que había tomado”.

Mis padres, tuvieron que costear la estancia de mi madre biológica en esta clínica, por importe de 53.000 ptas, desglosado en varios conceptos: Quirófano 30.000 ptas, teléfono 3.000 ptas, gasas y matronas, 15.000 ptas, precios de principios de los años 80.

También abonaron otras 50.000 ptas. en concepto de pago del piso o residencia donde se había alojado mi madre biológica. Nunca supieron el tiempo de estancia ni el lugar.

Hasta los seis meses no se inició mi proceso de adopción, para el que el Doctor Vela, médico que atendió mi parto, emitió un certificado, indicando que nadie me había reclamado desde mi nacimiento y que yo era hija de madre desconocida.

He tenido acceso a estos papeles ya que mis padres los guardaron. Cuando he solicitado mi expediente a la Comunidad de Madrid, me han contestado que no existe mi expediente de adopción.

Dos años después de mi nacimiento, llamaron a mis padres desde A.E.P.A. Esta vez, fue Maribel de la Vega, asistente social de unos 25 años. Les informó que la misma madre, había dado a luz a un hijo y que si estaban dispuestos a adoptarle.

Ante la aceptación por parte de mis padres, les indicaron que “esta vez era diferente”. Tenían que recoger al niño en la maternidad de Santa Cristina. Allí les esperaba Sor María Gómez Valbuena, una monja, asistente social del hospital.

En esta ocasión les hicieron abonar una factura de una residencia de monjas con membrete y dirección sita en un pueblo de Madrid. Este importe ascendía a unas 56.000 ptas, y cubría la estancia, viajes al médico a Madrid y transporte de vuelta a su casa.

Del mismo modo, abonaron en la clínica la estancia de la madre, ya que había estado por lo que ellos denominaban “lo privado”, a pesar de ser Santa Cristina un hospital público.

Para esta segunda adopción, no esperaron ni los 6 meses que se correspondía por ley. A los dos meses, Sor María emitió el certificado indicando que nadie había reclamado a mi hermano y a los 6 meses se formalizó la adopción.

Para la Comunidad de Madrid, en este caso, tampoco hay expediente, a pesar de que la clínica sigue en funcionamiento en la actualidad y me consta que tienen registros informáticos de los ingresos desde 1979.

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Somos un matrimonio que a la edad de 28 años (mi marido) y a los 23 años (yo), decidimos ir a por nuestro segundo hijo. Como yo tenía el Rh negativo y mi primera hija  nació también con el mismo que yo, teníamos miedo y decidimos hacernos un seguro médico privado pensando que mi embarazo siguiente estaría más controlado. Y al quedarme embarazada el seguro médico nos derivó a la Clínica San Ramón.

Durante el primer trimestre del embarazo tuve pérdidas de sangre y acudí a la Clínica a que nos viera el Dr. Vela. Aunque este Dr. sin hacerme prueba de ningún tipo me dijo que yo no estaba embarazada (él comentó que sería el periodo).Yo insistí porque en mi primer embarazo me había ocurrido lo mismo. Entonces al haber acudido varias veces a la Clínica con la misma preocupación, el Dr. Vela llegó a decirme que era muy pesada por acudir tanto a la Clínica sin estar embarazada (según él).

En el segundo trimestre dejé de manchar y no tenía molestias de ninguna. Aunque dejamos pasar el tiempo.

Durante los siguientes meses no tuve ningún tipo de control sobre mi embarazo, como según el Dr. Vela no estaba embarazada no acudimos a la Clínica hasta el día anterior de nacer mi hijo. Ese día fue el 2 de Marzo de 1979 y acudí a la Clínica por molestias que tenía. En esa revisión algo observó el Dr. Vela pero a nosotros no nos dijo nada. Simplemente nos mandó  unos análisis de sangre de carácter urgente, pero al ser viernes no me los podía hacer hasta el lunes. Claro que él estuvo listo porque era un tiempo que él quería ganar ya que sabía que yo al lunes no llegaba sin haber dado a luz.

Yo sentí siempre que estaba embarazada y en ese tiempo se cumplían, por mis cuentas, los 9 meses de embarazo. El Dr. Vela me dijo que estaría más o menos de unos 6 meses. El no se preguntó ni siquiera si se podía haber equivocado con los 3 meses que tuve los sangrados.

En la sala de espera había otra mujer embaraza y ella me preguntó: “¿Vas a dar a luz?”, yo la contesté: “según el Dr. Vela estoy de 6 meses”. Entonces ella me dijo:” Pues tienes cara de da a luz en breve”.

Nos mandaron a casa. Y cuál fue mi sorpresa cuando el día 3 de Marzo de 1979 (o sea al día siguiente de la visita a la Clínica) empecé con dolores de parto y tuve que volver a la Clínica de nuevo.

Al llegar a la Clínica me atendió una comadrona que me marcó para siempre con sus palabras. Ella me preguntó que de cuánto tiempo estaba y yo le dije que según el Dr. Vela estaba de 6 meses pero que según mis cuentas de 9. Ella me dijo:”Si estás de 6 meses lo vas a perder y si es de 9 también porque si has tenido pérdidas…” “Hazte a la idea de que no tendrás nada”.

Como ya me encontraba en el paritorio, nada más decirme eso, empecé con muchos dolores y me puse de parto sin tener tiempo ni a desnudarme ni a prepararme para nada.

Al nacer el niño la comadrona acudió a llamar al Dr. Vela y al llegar él me pusieron al niño en una mesa y me dijeron que había pesado 2700 gr (viendo así que con ese peso prematuro de 6 meses no era) y el Dr. Vela tocaba al niño con las dos manos como si fuera un trapo y me dijo: ” Está malformado, mejor que se muera”.

Yo apenas pude reaccionar, pero de lo que sí estoy segura es que yo no vi al niño ninguna malformación externa.

A mi hijo no le hicieron ningún tipo de prueba o estudio que certificara que lo que el Dr. Vela alegaba era cierto.

Se llevaron al niño, y algunos de mis familiares pidieron verlo. Entonces les enseñaron al niño y dicen, al igual que yo, que no apreciaron nada raro ni ningún tipo de malformación externa. Como somos una familia bastante numerosa, el Dr. Vela me pidió que diera orden a mis familiares de que no pidiera nadie más ver al niño porque sería desagradable verle morir.

Mi marido fue a buscar al Dr. Vela para solicitar que le hicieran al niño la autopsia para saber realmente de qué había muerto y el Dr. Vela le contestó que se la haría.

Estando ya en la habitación entraron unas enfermeras con un cuco revestido con la ropita en color azul. Yo enfadada las grité que para que me traían el cuco si mi hijo estaba muerto y ellas simplemente me dijeron: “Perdone” y se fueron. Eso luego también nos hizo pensar en el descontrol que había habido en esa Clínica.

Mi marido estuvo todo el día entrando y saliendo de la habitación bastante alterado y nervioso buscando al Dr. Vela para que nos entregaran los informes de los 3 primeros meses de las veces que acudí a la Clínica por los sangrados y de los poquísimos que tenía del resto del embarazo, incluyendo lo de la solicitud de los análisis del día anterior. El Dr. Vela se había llevado mis informes en el momento que mi marido fué a hacer las gestiones para poder enterrar al niño. El Dr. Vela se había ofrecido anteriormente a enterrar ellos al niño a lo que nosotros nos negamos ya que teníamos nuestro seguro.

Finalmente avisaron al Dr. Vela porque mi marido estaba dando voces en la Clínica solicitando que el Dr. Vela viniera a hablar con nosotros. Al llegar mi marido le comentó que donde estaban los informes que se había llevado antes y si le habían hecho al niño la autopsia, a lo que él contestó que no había cogido ningún informe y que a él nadie le había dicho nada de autopsia al niño. Mi marido con tantos nervios y tensión y escuchando lo que el Dr. le dijo, le dio un puñetazo.

El personal del la Clínica fue a llamar a la policía pero el Dr. Vela no les dejó y les comentó: “Bastante tiene este hombre que acaba de perder a su hijo”. Claro a él no le interesaba que apareciera la policía por allí aunque fuera un hecho grave el puñetazo que mi marido le dio.

Como era sábado no podíamos enterrar al niño hasta el lunes (día 5 de Marzo de 1979) y así lo hicimos o al menos eso pensábamos nosotros.

Al cementerio yo no pude ir porque aún estaba ingresada, pero si fueron mi marido, mi madre y una de mis hermanas. Allí abrió mi marido la caja y dentro había otra caja (como de zapatos) en la que había algo envuelto con gasas y como precintado. Mis familiares me dijeron que su sensación era como de que allí no había nada, y aún hoy en día todos seguimos con la misma sensación.

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Me llamo Elsa. Di a luz en la clínica San Ramón el 5 de febrero de 1981 y desde hace años ando detrás de averiguar qué pasó con mi hija pues todo fue muy raro desde el parto hasta todo lo que ocurrió después con mi bebé. Me dijeron que la niña había muerto, que era prematura y no me dejaron verla ni nadie pudo hacerlo pues les dijeron a mi madre y a mi marido que la niña tenía malformaciones y era mejor así. Poco puedo aportar al caso, excepto las circunstancias de mi parto y la “desaparición” de mi hija por llamarlo de alguna manera. A raíz del artículo en Interviú a mí se me metió en la cabeza que mi hija estaba viva pero todos me decían que eso podía ser más un deseo que otra cosa. Investigué por mi cuenta pero no había ni rastro de papeles, ni informes de la clínica, ni nada de nada. Yo llevaba años con la matraquilla diciendo a mi marido que la niña estaba viva, que algo dentro de mí me decía que lo estaba; que quería saber donde la habían enterrado para ver si había alguien dentro pues nadie nos lo había indicado y nadie vio que lo hicieran; es más, nadie fue a ese entierro, pues en la clínica nos dijeron que no hacía falta que ellos se ocupaban de todo. A raíz del artículo en El País mi marido toma contacto con otras hijas y madres afectadas por lo mismo y empezamos a desenvolver el hilo de la historia. Veo coincidencias en otras madres (no nos enseñan el niño, nos dicen que está muerto y sufre malformaciones y es mejor que haya muerto, nadie de la familia lo ve, etc.,) y me planteo la posibilidad de que lo que llevaba años temiendo fuera una realidad.

Todo en aquel parto fue muy extraño pues recuerdo que me enseñaron un bebe envuelto completamente en un sudario blanco y sólo tenía la carita destapada pero estaba muy fría, demasiado para estar recién nacida y… bueno, luego supe que a algunas madres les enseñaban un recién nacido ya muerto que tenían en un congelador y todo me pareció tan terrible… Siempre he tenido dudas con lo que pasó y estos reportajes y la declaración de algunas madres a las que les dijeron lo mismo que a mí, me han hecho concebir la ilusión de que esté viva. Todo son apreciaciones, nada es demostrable, pero son demasiadas razones para pensar que soy una madre más de las muchas afectadas por este tema y, en cualquier caso, siempre estará la duda y la esperanza. Mi hija se iba a llamar Macarena.

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Mis padres adoptivos tenían problemas de fertilidad, era un matrimonio humilde y de mediana edad residente en un pueblo de Levante. Alguien le recomendó a mi madre ponerse en contacto en Madrid con una monja llamada Sor María Gómez, asistente social del hospital de Santa Cristina, para que le gestionase la adopción de un niño. Estuvieron mi padre y ella en dicho hospital y Sor María les propuso que buscaran a una gestante que no ‘quisiera’ al bebé para que todo fuera más rápido y así tener a su deseado hijo recién nacido sin tener que soportar todos los trámites y papeleos que implican una adopción normal.

Mi madre entonces buscó a una mujer embarazada que fuera joven y localizó a una chica de Valencia que estaba embarazada de 5 meses, ella era menor de edad (15 años) y al quedarse en estado, los dueños de la casa donde trabajaba,  la echaron a la calle.

La vecina de mis padres se ofreció a acompañar a mi madre a buscar a esta chica a Valencia y fueron en tren a recogerla para llevarla hasta Madrid a una pensión que se encontraba en la zona del Palacio de los Deportes. Sor María les dio la dirección exacta y les dijo por quién tenían que preguntar allí, una señora de mediana edad que vigilaba a las madres solteras hasta que daban a luz.

Durante este tiempo de gestación, mi madre tuvo que estar pagando a Sor María una cantidad de dinero, desconocida por mí, para que ‘cuidara’ a esa chica que ella aportó a cambio de un bebé.

En dicha pensión mi madre y mi vecina recuerdan haber visto a muchas niñas menores de edad que se encontraban en la misma situación, Sor María le dijo entonces a mi madre que nunca iba a saber si el bebé que le iba a entregar, era de esa chica de Valencia o de otra de las que vivían allí para que no tuviera nunca problemas con la madre natural al haberse llegado a conocer, ya que dichas niñas eran obligadas a dar a sus bebés en adopción porque eran muy jóvenes, para que nunca pudieran arrepentirse y reclamar a sus bebés. Mi madre biológica según mis papeles acabó pariendo en Santa Cristina en vez de en San Ramón el día 2 de Octubre de 1977.

Cuando nací vinieron a buscarme y me llevaron a casa; pasados 6 meses de la acogida me adoptaron y lo tramitaron vía la Asociación Española para la Protección de la Adopción (A.E.P.A.) y de un procurador que trabajaba en colaboración con ellos pero mis padres nunca pasaron por sus oficinas. Los papeles fueron arreglados de esta forma por mediación de Sor María, la monja de Santa Cristina.

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Tenía 19 años cuando quedé embarazada, mi familia era muy tradicional y católica. No aceptaron mi situación así como ayudarme ni cobijarme con ellos, por lo que me vi obligada a abandonar mi casa. Buscando ayuda entre amistades, conocí a un matrimonio con un niño adoptado que me aconsejaron irme a Barcelona a una residencia de monjas donde me cuidarían y me darían techo, allí podría pensar en qué hacer con mi futuro. Estuve unos días en esa casa con ellos y salió el tema de la adopción como quien no quería la cosa. Yo no había pensado en eso. Hasta ese momento lo que me preocupaba era tener un lugar donde poder estar alojada. Me fui a Barcelona, en la estación me esperaban esas monjas, me llevaron a un chalet donde estuve bien atendida y acompañada de otras chicas en mi situación, no compartía habitación y teníamos libertad para salir y pasear por la ciudad. Un buen día en el despacho de la superiora se me insinuó el tema de la adopción y empezaron a hacerme ‘razonamientos’ sobre mi vida, mi futuro y el del niño que esperaba. Una noche, mi hijo se movió dentro de mí, entonces supe que tenía que salir de ese sitio porque lo que les interesaba era la adopción de mi bebé, no ayudarme realmente a mí.

Volví con esta amistad que me había ayudado al salir de casa de mis padres y acabé convencida de ponerme en contacto con una amiga de mi familia que vivía en Madrid. No tenía dónde ir. Llamé a dicha persona y me cobijó en su casa. No parecía dispuesta a que yo criase a mi hijo, tampoco sé de qué forma supo o pudo enterarse del tema de cómo hacer para que yo dejase al niño en adopción pero al poco tiempo acabé teniendo una charla en Santa Cristina con Sor María Gómez Valbuena. Había una sala de espera donde coincidí con otras niñas embarazadas y le pregunté a una que dónde vivía y me dijo que ella era de Peñagrande, yo no sabía que era aquello y me aclaró que era una residencia de madres solteras, yo pensé que aquello estaría bien para quedarme y cuidar de mi hijo. Cuando llegué a entrevistarme con Sor María me habló solamente de adopción presionándome a ello, poniéndome mi futuro gris y el de mi hijo si lo mantenía a mi lado, haciendo que yo me valorase poco como madre por mi condición de soltera. Yo era muy reticente a ello y se dio cuenta, así que me dijo que no pasaba nada, que me lo podía incluso pensar hasta 6 meses después del parto porque hasta ese tiempo podía reclamar al bebé ya que aún sería mío según las leyes y que tendía una montaña de papeles para mí, para que los firmase para dejarlo en adopción. Yo lo que quería era un techo viendo que mi familiar prefería no tenerme en su casa en dicho estado, así que la monja me envió a un piso situado detrás del Palacio de los Deportes de Madrid.

Llegué por mí misma allí con mi maleta, toqué el timbre y bajó a abrirme un señor desagradable que me trató como si fuera ganado sin ningún respeto por mi persona. Me acompañó a una habitación individual y me dijo “Quédate ahí” con muy malos modos. No me avisaron para comer, ni cenar. Nadie paseaba por el pasillo, volví para preguntarle a la dueña por las comidas puesto que me sentía muy angustiada y me trató de muy malas formas, como si yo fuera una apestada y una prostituta por estar embarazada con 19 años. No comí nada, ni cené nada y no se preocuparon los que regentaban aquel lugar de que estuviera alimentada, pasé la noche y a la mañana siguiente igual que entré, salí de allí y me presenté de nuevo llorando en casa de esta amiga de mi familia porque el trato experimentado desde que conocí a Sor María y con las personas que me recomendó tratar fue nefasto y denigrante.

Las revisiones ella me las había concertado en San Ramón, me dijo que Vela era muy buen médico y me lo pintó estupendo, que podría tener ahí a mi hijo fenomenalmente bien. Fui a las pocas revisiones que me concertó la monja con Vela, él era antipático conmigo. Tenía unas fichas de cada una de las chicas, cuando yo iba a mi cita él ya sabía mi nombre y todo sobre mí, imagino que se lo explicaba todo Sor María.

Estando con esta amiga de mi familia y a punto de terminar la gestación, sufrí un resbalón y me caí. Ella me llevó a San Ramón y allí me dejó sola. La monja no estaba, sólo enfermeras normales, una muy desagradable de mediana edad y otra jovencita, morena y guapa que era más amable. No sé qué me dieron pero me atontaron, no podía ni levantarme de la cama, no podía pasear ni nada. Sé que me dieron algo pero no sé qué sería. Perdí el conocimiento. Posteriormente iba dilatando y llegado a un punto, la enfermera amable me ayudó a caminar por el pasillo apoyada en ella y en ascensor fuimos al paritorio. Me durmieron y no sentí nada, cuando desperté tenía el pecho vendado, tanto que no podía respirar y estaba en una habitación con una pequeña televisión, un gran ventanal, una cama y un teléfono detrás de mí. Una habitación de lujo para la época. Según mi percepción aquello estaba desierto. No había nadie por los pasillos, no había trasiego de visitas como en cualquier maternidad, ni flores en los pasillos. Nada de nada. Silencio.

Entonces levanté el teléfono y llamé a enfermería y les dije: “Quiero ver a mi hijo” y me dieron una contestación como para calmarme, como a los tontos: “Sí, sí lo consultaremos”. Así estuve toda la tarde, después de las tres primeras veces, al colgar el teléfono chillaba “Quiero ver a mi hijo” “quiero ver a mi hijo” porque por teléfono no me hacían caso. Vino en una de esas la enfermera estúpida y grosera a decirme que o me callaba o iba a sedarme, que no me iban a enseñar a mi hijo. Yo lloraba y gritaba. Pasado el rato, la enfermera amable apareció con él y Vela llegó detrás. Me dijo que disponía de un minuto de reloj para verle y no podía tocarle. Le vi un poco de lejos y pregunté: ¿Cuánto pesa? y me dijo ella que 3.200 y mide 43 cm. Es la única información que dispongo sobre ese bebé cuyo sexo no se me dijo.

Estaba muy débil, no sé qué me administraban que no podía ni ir al baño, me ayudaban las enfermeras, no podía andar a buscar al niño al nido porque no podía ni salir de la habitación y la enfermera desagradable no me lo permitía, no me dejaban pasear por el pasillo.

Me dieron el alta muy rápido y me recomendó Vela reposar en casa de la amiga de mi familia, vino a buscarme y me llevó a casa. A los pocos días saqué fuerzas de flaquezas y medio mareándome acudí a San Ramón a reclamar al niño, estaba pálida. Habían pasado 3 días. Cuando pasé por la puerta la recepcionista sin yo decir nada, me dijo que  allí no podía estar y me echó de malas formas del sanatorio a empujones, yo le dije que yo venía a reclamar a mi hijo. Me dijo que no y me sacó a empujones a la calle muy nerviosa y de malas maneras. Viendo esto y con el poco apoyo que tenía de mi familia, me monté en un taxi y me fui a Sta. Cristina a hablar con Sor María. Allí recibí la siguiente respuesta cuando le dije a la monja a qué venía y le conté lo ocurrido en el sanatorio: “¿De qué niño me hablas?” “Tú no has parido” Le recordé aquello que me contó de la ley que disponía hasta de 6 meses y se hizo la loca, le recordé aquel montón de papeles que firmar y pasó lo mismo. No consentí a la adopción nunca. No dejé a mi hijo, estaba desamparada y busqué ayuda. Me coaccionaron, se aprovecharon de mi debilidad moral para hacerme sentir no merecedora de mi bebé y me arrebataron la oportunidad de criar a mi hijo cuando lo reclamé. Espero que ese bebé algún día desee conocerme.

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Cuando me adoptaron mi padre tenía 37 años y mi madre 43. Mis padres habían desistido de la adopción porque la lista de espera era de 7 a 10 años, pero de repente un día de 1980 unos amigos les comentaron que habían adoptado una niña en Madrid y que el proceso había sido muy corto (de unos seis meses), así que ellos les dieron los detalles y les pusieron en contacto con una monja (Sor Maria Gómez Valbuena).

Mis padres vivían en Barcelona, ambos trabajaban y tenían una vida acomodada, mi madre aprovechando que iba por trabajo a Madrid unos días, aprovechó para conocer a la monja, la reunión fue bien y poco después la monja llamó a mis padres diciéndoles que si seguían interesados podían tener un hijo/a en unos meses, sobre septiembre. Mis padres accedieron y en Septiembre les llamaron que ya había nacido y me podían pasar a buscar

Ellos no sabían si iba a ser niño o niña hasta que les llamaron  comunicándoles que había nacido. Mis padres como he dicho eran de Barcelona pero nunca se empadronaron en Madrid para poder adoptar. A posteriori, preguntando he sabido que a mis padres les dieron la opción de hacer todo el papeleo para la adopción o de inscribirme como biológica directamente y no existir tal adopción, pero ellos decidieron hacer el papeleo y adoptarme, esta opción se la dieron en el sanatorio San Ramón. La AEPA (Asociación Española para la Adopción) es la que aparece en los trámites de mi adopción, sin embargo mis padres estuvieron en contacto con Sor María y según mi partida el Dr. Vela es quien atendió mi parto. Mi padre conoció a Vela cuando fueron a buscarme.

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